El Big Data de nuestro vehículo en el ojo del Derecho Nuevas Tecnologías

Al volver la vista atrás tan solo una década, parecería irrisoria la simple idea de un coche que se aparcase por si solo. Hoy, sin embargo, casi nadie se asombra de que un coche sea capaz de aparcar de forma autónoma, sabiendo que esto es solo el principio de una nueva forma de conducción en la que el conductor tiene cada vez menos responsabilidad.

A lo lejos, en el horizonte, atisbamos la idea de la conducción autónoma, coches que se desplacen de un lugar a otro sin que nadie hagamos nada más que darles la orden. Parece un sueño, pero no está tan lejos de la realidad. La conducción autónoma es algo en lo que los gigantes de la tecnología llevan trabajando muchos años y se han invertido millones de dólares en ello.

Evidentemente, la tecnología necesaria para estos vehículos los haría muchos más costosos: cámaras de vídeo conectadas entre sí, delante, detrás y en los laterales para percibir lo que está ocurriendo alrededor; GPS de alta precisión para no errar ni un centímetro en la localización exacta y una tecnología capaz de conectarse con otros vehículos (para evitar colisiones) o incluso con peatones.

Todo parece maravilloso, pero estos coches inteligentes tomarían muchos datos sobre la vida del conductor habitual. Un experto o un hacker podría acceder a la información y saber a dónde se dirige cualquiera, cuánto tardará, dónde se suele almorzar o si los desvíos que se cogen camino al trabajo. Es un exceso de información con el que no todos los conductores se sentirían cómodos.

Sin embargo, esto no está tan lejos de la realidad presente. La utilización del Big Data por los coches, implica que el coche, o su sistema operativo está en posesión de una ingente cantidad de información sobre los conductores.  La inclusión del Big Data como elemento para mejorar la experiencia de la conducción conlleva que el coche tendría que estar continuamente recogiendo datos y almacenándolos dentro del vehículo o en la nube y analizando tales datos mediante complejos algoritmos de forma que pueda convertirlos en información relevante que mejore la experiencia del conductor.

El objetivo es aumentar la seguridad en las carreteras y disminuir el gasto de energía haciendo que los recorridos sean más cortos a través del control sobre los pasos más congestionados o lugares que estén cortados al tráfico.

El principal problema de estos avances tecnológicos aplicados a la automoción es que la legislación vigente aún no contempla esta situación específica. Se podría decir que los coches inteligentes, cuyo uso se extenderá en los próximos años necesitarán un código de circulación diferente.

Lo mismo puede decirse en el contexto del Derecho, el Derecho Nuevas Tecnologías, porque hoy no se contempla en la LSSICE ni en la LOPD nada al respecto de la protección de los datos que estarían en posesión del vehículo, si bien se puede contar con una consultoría de protección datos para comprobar cuál es la situación específica de cada conductor.

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