Phishing de Halloween: Cuando el disfraz es un correo de tu jefe

¿Vampiros? ¿Fantasmas? Estos días en los que las calabazas y las telarañas protagonizan escaparates y algunos hogares, hay un monstruo silencioso acechando: El phishing, la amenaza que acecha tu bandeja de entrada, y en esta época de disfraces, cobra un sentido más oscuro.

¿Vampiros? ¿Fantasmas? Estos días en los que las calabazas y las telarañas protagonizan escaparates y algunos hogares, hay un monstruo silencioso acechando: El phishing, la amenaza que acecha tu bandeja de entrada, y en esta época de disfraces, cobra un sentido más oscuro. 

Los malos espíritus no necesitan máscaras: el disfraz perfecto es suplantar a tu jefe con un simple correo. Como persona empleada, ¿sabrías realmente cómo detectarlo? Te invitamos a explorar esta realidad, donde la ciberseguridad se convierte en tu mejor arma.

Un ataque sin disfraz: la suplantación de identidad

Imagina que recibes un correo urgente de tu jefe o de un directivo de la empresa. Te pide, de forma inesperada, que realices una transferencia bancaria o que le envíes datos confidenciales de un cliente. Parece auténtico: el nombre es correcto y, quizás, hasta la firma. Esto es la suplantación de identidad, también conocida como spoofing.

Los ciberdelincuentes se aprovechan de nuestra confianza y el sentido de urgencia. Saben que es menos probable que cuestionemos una orden que viene «desde arriba». Su objetivo: robar dinero, información o instalar malware (software malicioso) en la red de la empresa.

Pero la clave de estos ataques no está en la tecnología, sino en la ingeniería social: la habilidad de manipular a las personas para que realicen acciones o revelen información.

Cómo piensan los atacantes

Los ciberdelincuentes investigan a fondo. Revisan redes sociales, webs corporativas o notas de prensa para conocer nombres, cargos e incluso el tono habitual de tu jefe. Luego, crean mensajes que parecen legítimos, jugando con la urgencia, el miedo a desobedecer o la promesa de una gran oportunidad.

Ejemplo sencillo: “Hola, necesito que hagas una transferencia urgente antes de las 14:00. Te paso los datos del proveedor.”

Todo parece normal. El remitente, la firma, incluso el tono. Pero una sola letra cambiada en la dirección de correo puede convertir una instrucción legítima en una estafa. O quizás el mensaje incluya un enlace tentador: “Accede aquí para ver el documento secreto de la competencia.”

Un solo clic en ese enlace podría llevarte a una web falsa que roba tus credenciales o instala un virus en tu equipo.

Tres pasos para no caer en la trampa:

Para evitar ser víctimas de este tipo de engaños, hay que desarrollar un «ojo clínico» para los detalles.

  • Mira más allá del nombre: Aunque el nombre sea correcto, ¿es la dirección de email la habitual? Un dominio falso o una letra cambiada son las pistas más claras (por ejemplo, juan.perez@empresa.com en lugar de juan.perez@miempresa.com).
  • Desconfía de la urgencia: Cuanto más apremiante o inesperado sea el mensaje, más sospechoso resulta. Los atacantes utilizan la presión para que actúes sin pensar.
  • Confirma por otro canal: Si el correo te genera dudas NO RESPONDAS. Llama a tu jefe por teléfono o escríbele por un canal diferente para confirmar la petición. Nunca utilices el botón de responder al email sospechoso.

No esperes a que el atacante se ponga su «disfraz de jefe». Los ataques de suplantación pueden llegar en cualquier momento, y la mejor defensa no está en la tecnología, sino en la atención de las personas.

Invierte en simulacros de phishing y haz que reportar un email sospechoso sea un hábito. Pregunta a tu departamento de IT o RR.HH: «¿Cuándo es nuestra próxima formación?». Recuerda, la conciencia es el cortafuegos más efectivo que puedes instalar.

 

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