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Derecho y nuevas tecnologías: reconocimiento fotográfico de huellas dactilares

Una vez más, la realidad supera a la ficción. Si hace apenas 10 años poseer un teléfono móvil con pantalla táctil era algo que tan solo podía verse en las películas, hoy, incluso, se puede bloquear un terminal usando algo tan personal e intransferible como una huella dactilar. Cada vez más, los lectores de huellas se están haciendo muy populares y todos desean que su teléfono pueda leerles la huella, para acceder a aplicaciones como Facebook.

Visto así, suena espectacular. Nadie podrá violar la tan ansiada privacidad. Pero, una vez más, los hackers intentan ir por delante de la LOPD o cualquier referencia a este tipo de hechos, como las que puedan hacerse en la LSSICE. En cualquier caso, Derecho y nuevas tecnologías han de combinarse para ir en contra de este ataque.

El avance irremediable

A muchos se les ha olvidado que, igual que los terminales han avanzado hasta el punto de reconocer su huella dactilar, otras tecnologías también han dado grandes pasos. La resolución de las cámaras con las que todos se hacen los famosos selfies llega a ser tan potente, en numerosos casos, que puede copiar las huellas dactilares y, con los programas oportunos, recrearlas para ser falsificadas. Evidentemente, esto no ocurre con todas las fotografías: tienen que cumplirse unos requisitos mínimos de calidad, cercanía y visibilidad. Es decir, la calidad de la imagen debe ser óptima, la huella debe encontrarse a menos de tres metros de distancia y, además, (por si cabía alguna duda), esta debe aparecer en la imagen.

¿Cuál es el problema, si, realmente, el hacker no dispone del teléfono, aunque sí de la huella? No se trata de un problema inmediato, pero sí de uno que podría surgir a corto o medio plazo. Para empezar, ya es posible utilizar el móvil para pagar en algunos establecimientos. ¿Qué habría de extraño en pensar que, en cuestión de apenas unos años, se pueda extraer dinero del banco usando la huella digital? Aparentemente, es mucho más seguro que utilizar un número secreto (que puede olvidarse o piratearse con sistemas que se llevan utilizando años). Pero esta seguridad deja de existir cuando la misma huella mediante la que se protegen contraseñas, datos privados o, incluso dinero aparece en el muro de una red social y es compartida por decenas de amigos.

¿Cuántos se han tomado instantáneas mostrando la palma de su mano? Para empezar, hay teléfonos cuyo disparo automático se activa al poner la misma palma al descubierto. Por otro lado, aunque parezca una terrible contradicción, existen aplicaciones que, utilizando la tecnología de reconocimiento de huella dactilar, salvaguardan todo tipo de contraseñas.

La cuestión ya no es a quién confiar las contraseñas o los datos privados, sino que, sin saberlo, se está poniendo a disposición de los usuarios más peligrosos algo tan inocente y, al mismo tiempo, tan importante como una huella dactilar. Única en el mundo, pero fácilmente reproducible. No obstante, ante cualquier tipo de duda, acudir a una consultoría para la protección de datos puede ser de gran utilidad.

 

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